11 DE SETEMBRE (Vida Samboyana, octubre de 1976)


 
            La Historia de Cataluña es muy extensa.  Sus primitivos po­bladores fueron los íberos y sucesivamente vinieron a estable­cerse en ella los fenicios, griegos, cartagineses y romanos.  Sufrió en el siglo V la invasión de los bárbaros y en el siglo VIll, la de los árabes que el pueblo catalán rechazó con energía.  Desde fines del siglo IX, formó un condado independiente fundado por Wifredo, el Velloso, en el año 888.  En el siglo XIl, siendo Conde de Barcelona, Berenguer IV, enlazóse el condado con el reino de Aragón y éste con el de Castilla en 1479.  En 1640 se alzó en armas Cataluña entera contra el gobierno de Felipe IV y en la Guerra de Sucesión (1700-1714) tomó partido por el archiduque Carlos de Austria y ello le costó la pérdida de sus libertades, pues, vencedor Felipe V, abolió en 1714 los fueros de Cataluña, que nuestra región no logró recuperar hasta el año 1932, en el que el parlamento de la Segunda República Española le otorgó el Estatuto Autónomo por el que se rigió hasta el año 1939, en el que volvió a perder su autonomía.

            A nuestra villa le cupo el honor de ser elegida para la con­memoración del 11 de septiembre y dar con ello testimonio de fe al hombre que fue en aquella época el primer líder defensor de las libertades catalanas, D. Rafael Casanova.  Según medios informativos ofíciales, los asistentes a la celebración de la «DIADA» en la Plaza de Cataluña de Sant Boi, oscilaban entre las 30.000 y las 35.000 personas.  Creo sinceramente que estos datos no se ajustan a la realidad.  Nuestra plaza, abarrotada, tiene un superficie de 17.000 metros cuadrados y las calles ad­yacentes estaban repletas a rebosar.  Nuestro cálculo se apro­xima a las 100.000 personas y no comprendemos a qué puede conducir el aminorar o empequeñecer un acto histórico de un pueblo que sabe mucho de silencio y de “SENY”.

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            La voz del pueblo es la voz de Dios.  Está escrito: “La liber­tad no es otra cosa que aquello que las personas tienen dere­cho a hacer y que la sociedad no tiene derecho a impedir».  Es el derecho de obedecer sólo a la ley; porque, sabido es, que la libertad sin una autoridad fuerte e incólume, no es libertad al cabo del tiempo, sino anarquía y esto, los catalanes, lo sabemos muy bien, como también sabemos que la unión de la libertad y el orden es el último grado de la civilización y por consiguiente la perfección de la sociedad civil.

            Debemos empezar a razonar y de nuestro razonamiento ob­tener conclusiones que nos permitan discernir, en nuestra opi­nión, entre lo que está bien lo que está mal o entre lo que nos conviene o no nos conviene.  Dejarnos llevar por los demás es convertirnos en marionetas y sabido es que quien chilla más no es, generalmente, el que tiene la razón.  Debemos ver por nuestros ojos y no dejarnos llevar por verdades deformadas o verdades a medias.

            Es necesario desechar la mentira, el odio y las pasiones vio­lentas.  Pensar en que todos los ideales contienen una gran y loable ambición y que de diferentes doctrinas pueden obtener­se sugerencias e iniciativas que pueden conducir a un mundo mejor.  No hay pueblo en la tierra que haya, podido prosperar sin la influencia de una libertad de opinión que se traduzca en crítica constructiva.

            Todo debe hacerse por el pueblo, pero a condición de que la inteligencia, respaldada por la autoridad, lo refrende y discipline.

            La verdad es a veces un tanto dura, pero debemos apren­der a aceptarla con la mejor voluntad, sin apasionamientos des­mesurados que dan ocasión a inevitables fisuras.

            Sant Boi, tierra hospitalaria, fue escogida de nuevo para ce­lebrar la conmemoración de la «DIADA», después de 40 años de silencio ya que no de olvido.  Ondearon miles de banderas catalanas y, con fervor, se expresaron profundos sentimientos de amor a la tierra en que vivimos.  Nuestro pueblo es tierra viva, con historia, lenguaje y costumbres que no requieren de la revolución ni la violencia para entender el concepto nacional en una unidad que nada quiere saber de separatismos ni se­paradores.

  
ANTONIO RODRÍGUEZ RÓDENAS

 Publicat: A VIDA SAMBOYANA (número 251, octubre de 1976, pàgina 5).